ARI Chubut

martes, enero 23, 2007

Reemplazarán telón del Colón

El Gobierno de la Ciudad terminará con un símbolo del Teatro Colón: su telón histórico. Sostienen que hay que reemplazarlo por uno nuevo y mandar el actual, que data de los años 20, al museo. "Está muy deteriorado, y aunque de lejos se ve bien, tiene partes irreparables que hasta están arregladas con corderoy. Ya no sirve, y además no es ignífugo", sostuvo una experta del Master Plan. Como no podía ser de otra forma, estalló la polémica, ya que a esta intención de cambio se oponen no sólo una buena parte del público tradicional, sino también algunos políticos, los mismos que alzaron sus voces contra la posible pérdida de la acústica. El mes próximo llegará desde Francia un bordador especializado en restauraciones, que asesorará sobre el tema. También quieren saber los opositores cuánto costará un nuevo telón, a la altura de la calidad del Teatro Colón.
¿Bajará para siempre el telón tradicional del Colón para ser reemplazado por uno nuevo?
Esa es la cuestión. El Master Plan para la actualización tecnológica del Colón comenzó en 2001 y las obras avanzan a puertas cerradas con el propósito de reabrir el teatro el 25 de mayo de 2008, fecha del centenario. La restauración del teatro era imprescindible, todos coinciden en eso, pero el coro de voces de alarma que se escucha desde el inicio de las obras elevó el tono el año pasado, para reclamar que la acústica del Colón, que le dio fama en el mundo y es su mayor tesoro, sea «igual» y no «similar» a la original. A ese tema crucial se le suma otro, de orden más histórico.
El destino del majestuoso telón de terciopelo del Colón, con sus guirnaldas de flores, sus guardas ornamentales, sus liras y sus laureles, está en juego. Y hay dos posturas: una, la nostálgica, quiere restaurarlo. La otra es más concreta: a las cosas apoliyadas hay que cambiarlas sin vueltas. La Secretaria de Cultura Silvia Fajre no lo duda: hay que jubilar el telón. Pero, para salvar este símbolo de la gloria del teatro, que ya ha sido descolgado del escenario y guardado en el tercer subsuelo del edificio con la intención de suplantarlo por una réplica, la diputada del ARI, Teresa Anchorena, pidió un informe técnico sobre su estado. Mientras observa las fotos de Pavarotti, Domingo, Borenboim y Bocca, frente a los magníficos bordados con hilos de oro y sedas, Anchorena asegura que «el telón del Colón es el más bello del mundo». Explica que «tiene una rarísima autenticidad, dado que casi todos los textiles de los grandes teatros desaparecieron con los incendios, o durante las guerras, destruidos por los bombardeos». Para iniciar el debate sobre el telón, la diputada considera que es indispensable tener un informe técnico que brinde certezas acerca del estado. «¿El telón se puede restaurar?, si se puede, hay que hacerlo», asegura. «El telón está impregnado de las mejores voces, la gran música y la energía de todos esos talentos que conforman la magia del Colón. El terciopelo liso se puede reemplazar por otro antiflama, para prevenir posibles incendios. Este procedimiento ya fue realizado en la década del 40, cuando se aplicó el bordado original de más de dos metros de altura sobre el telón actual», aclara. Las telas suntuosas, junto a las maderas y sistemas eléctricos, tornan a los teatros muy vulnerables al fuego. Los incendios de la Fenice de Venecia, la Opera de París, el Bolshoi de Moscú, el Liceo de Barcelona y, entre otros del mundo, el Teatro Argentino de La Plata y los porteños Avenida y Nacional Cervantes, son algunos antecedentes que permiten conjeturar el temor de los funcionarios del Gobierno de la Ciudad a la hora de decidir si preservan algo que alimente las llamas. El fantasma de Cromañón no se esfuma. Para mayor seguridad en casos de incendio, detrás del telón principal hay otro de acero. Pero el Colón tiene capacidad para albergar 2.478 personas y otras 500 personas de pie.
Opinión oficial

Desde Río de Janeiro, la secretaria de cultura Silvia Fajre cuenta que ya se tomaron fotografías y se realizó una plantilla del dibujo del telón para «hacer una réplica del bordado sobre un terciopelo ignífugo». Para Fajre el telón actual ya cumplió su función.
En Buenos Aires, la coordinadora general del Master Plan, Sonia Terreno, coincide con ella y desdeña toda posibilidad de «desguazar el telón para quitarle el bordado y convertirlo en un 'falso histórico'».
«Sería un crimen desguazar una pieza de extraordinario valor, que puede estar en el Museo del teatro, cuando se puede reemplazar por otra de extraordinario valor», dice Terreno. Añade que «el telón tiene un buen lejos», pero cuenta que el terciopelo está dañado, que lo han roto los cables de acero que conforman el mecanismo de apertura y cierre, operación que se realiza más de una vez todos los días. Asegura también que «el bordado está deteriorado, remendado con fragmentos de corderoy o tela de Panamá y que algunas nervaduras están realizadas con marcadores de fibra».
Obviamente, no es lo mismo el Partenón aunque luzca viejo, que una réplica del Partenón; tampoco será lo mismo el telón original que pesa 1.500 kilos y desde principios de los años 20 está en el Colón, que la flamante copia que lo reemplace. Para Terreno, «es imposible reconstruir el Partenón con sólo unas piedras», y con este criterio, tampoco el telón volverá a ser nunca lo que fue si se salva tan sólo el fragmento bordado. Para Anchorena, el telón «es» el bordado, «la parte preciosa, un estupendo ornamento» que está grabado en la memoria y debe ser preservado en su lugar original, porque perdería su magia en el contexto de un museo. Así, el debate no sólo gira en torno de la resistencia de los materiales, sino también alrededor de la esencia del teatro, que finalmente es un generador de ilusiones que, en ocasiones, se logran con un «buen lejos».
Hace poco menos de una centuria, el Colón se inauguró con un el telón que carecía del esplendor del actual, era apenas una tela pintada que imitaba los pliegues del terciopelo y hacía juego con el «manto de arlequín», un paño fijo que aún se conserva en lo alto de la boca del escenario. Terreno llama la atención sobre la diversidad estética.
Por otra parte, nadie acierta a decir si el telón que suplantó la tela pintada, es de manufactura belga o francesa, y el profesor de la UBA, Nicolás Brandini está encargado de estudiar su historia. Lo que sí se sabe, es que la Argentina era un país próspero y los espectáculos duplicaban los actuales, que con suerte llegan a una decena, cuando sin escatimar gastos el poderoso empresario naviero Nicolás Mihanovich encargó el telón que llegó de Europa en los años '20. Más allá de estas disidencias, en la Legislatura y la Subcomisión de seguimiento del Teatro Colón, reconocen que la mayor parte de las obras del Master Plan se están haciendo correctamente, como los dorados,que se van a respetar, limpiary restaurar. Sin embargo, celebran haber logrado que no se modificara la estructura edilicia, y que no se tirara abajo una pared de ladrillo de un metro de ancho para instalar un montacargas.
La vieja pared iba a ser reemplazada por un muro de cemento y una viga, «que literalmente reventaría la acústica», según los expertos. Uno de los consultores del Master Plan, el ingeniero Tomás del Carril, objetó el montaje del montacargas por un «un problema de conciencia».
Del Carril, que aprendió una dura lección luego de cortar en pedazos el mural del mexicano Siqueiros, obra cumbre del arte cuyo estado y futuro todavía es incierto, recomendó respetar la estructura a la empresa que ganó la licitación y abortó ese proyecto. En este sentido, todos acuerdan en el beneficio de sentarse a conversar, porque todos los recaudos que se tomen para preservar el teatro pueden ser pocos.
El presupuesto para la restauración de la sala principal asciende a 42 millones de pesos. ¿Cuál es el costo de un nuevo bordado o de su restauración? No existen números ciertos, y las muestras que permitirán evaluar la pericia de los artesanos son escasas.
El 15 de febrero llega de Francia un gran bordador, que brindará un nuevo informe sobre el telón. Antes de librar una batalla para poner el bordado de nuevo en el escenario, o colgarlo en un museo, se deberán evaluar su opinión y la de otros expertos.


 
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